miércoles, 6 de julio de 2011

Madres maravillosas...

Últimamente estoy viendo mujeres maravillosas, mujeres fuertes y sabias que han decidido tomar el camino de la maternidad a veces en circunstancias difíciles, como lo es el hacerlo como madres solteras, o el hacerlo en un país que no es el suyo, sin el calor de sus familiares y seres queridos que les ofrezcan sostén y apoyo. Y a veces hay que recurrir a la guardería, a los abuelos, a la canguro... pero cuando están con sus bebés, lo hacen de forma plena y total, y sus seres resplandecen porque saben que tienen que ser también madres para sí mismas y cuidar de sus propias necesidades, porque todo esto revierte en sus hijos, para quienes lo más grande del mundo sigue siendo su mamá.

Y sinceramente, veo a estos niños sanos y felices, y aunque mi opción personal sea lo que llaman "crianza con apego", creo que no es mejor ni peor que la de cualquier otra madre.
Todas lo hacemos lo mejor que podemos. Todas tenemos días malos. Todas llegamos a sentir impotencia y soledad. Todas necesitamos un ratito para nosotras. Todas hacemos el payaso para nuestros pequeños. Todas disfrutamos con sus primeros descubrimientos... a todas se nos cae la baba al verles dormir, todas tratamos de hacerlo lo mejor que sabemos y definitivamente creo que no ha ninguna fórmula para la crianza con amor sino el Amor mismo. Todas somos madres maravillosas...

Cuando me quedé embarazada, Gabriela me contó algo curioso, una historia que ha acompañado hasta hoy, y que me ha hecho hacerme muchas preguntas sobre el embarazo y la crianza en los primeros años de vida.
Ella tiene una hermana en Estados Unidos que es doula. Paradójicamante, y aunque había ayudado a muchas mujeres en sus embarazos y partos durante los casi 10 años que había ejercido como doula, el parto de su hermana fue complicado, pero finalmente tuvo un precioso hijo.
Gabriela me contaba que durante los primeros dos años de vida, el niño no quería estar con nadie más que con su madre, ni siquiera con el padre. Que ella, cuando vió que el pequeño estaba tan "súper-apegado", pensó que algo no iba bien, que tenia que haber algún problema, que no era "normal".
Gabriela volvió a ver a su sobrino cuando este tenía 3 años, se sorprendió de ver que era el niño más independiente del mundo, y que se había convertido en un niño alegre y sociable, a quien le gustaba estar con la gente y que disfrutaba de la vida. Era un niño feliz, con una gran autoestima y seguridad en sí mismo, y con un apego sano con su madre y con su padre.
Gabriela me contó que cuando un niño recibe todo el afecto que necesita en los primeros meses y años de su vida, crece seguro de sí mismo y confia en la vida.

Escuchar esta historia me hizo reflexionar, decidí que quería criar a mi hija (o hijo, no supe el sexo hasta que nació) desde la crianza con apego, esto es, entre otras cosas, atender las necesidades de mi bebé al 100%, no sólo físicas sino afectivas, lo que incluye mantener mucho contacto físico, muchos besos, abrazos, total disponibilidad y presencia, colecho y no violencia. También incluye lactancia materna a demanda, lo que en mi caso no pudo ser, aunque fue sustituido por el biberón afectuoso y mimoso.

Hasta ahora, hemos visto las ventajas de esta forma de crianza en Nur, en que es un bebé muy feliz, alegre y sociable. Hemos conseguido crear un vínculo fuerte y sano entre Nur y nosotros, y creemos que esto le proporciona la seguridad afectiva que necesita, algo que consideramos importante en su vida para que le ayude a tener confianza en sí misma y amor por la vida.
Muchas personas me dicen: "¡Qué independiente es!", pero dentro de casa, o en situaciones en las que sólo hay adultos, Nur se parece bastante a la sobrina de Gabriela. Sólo quiere estar con su papá o con su mamá, necesita nuestra presencia y disponibilidad al 100%. Se agarra a nosotros, quiere que la cojamos en brazos, se aferra nuestras piernas si hace falta. Todavía necesita mucho nuestra presencia y contacto físico. Nur es un bebé de alta demanda (más o menos).
Y aunque a veces (la verdad) pueda ser duro, a ambos nos compensa el ver cómo nuestro corazón se abre y cada vez tenemos más amor que dar, así como el ver que nuestra hija crece sintiéndose amada y protegida.

Entonces yo me pregunto... ¿y las madres que tienen otro temperamento? ¿y las mujeres independientes, que necesitan su espacio para crecer y realizarse? ¿y si el bebé llega cuando una es todavía muy jovencita, con nuestro carácter sin formar? ¿y si todavía estoy estudiando o preparando un doctorado, una carrera? ¿y si la madre necesita trabajar porque no llega dinero a la casa? ¿y si la madre no quiere interrumpir totalmente su carrera profesional con la maternidad? ¿y si se es una madre soltera? ¿y si la pareja, que es al fin y al cabo quien va a permanecer junta toda la vida (se supone) quiere más tiempo para sí misma? ¿qué necesidades tienen que ser atendidas entonces? ¿tenemos que comportarnos como súper-mujeres? ¿no tiene derecho quien es madre de seguir siendo mujer?
Cuando no se puede dedicar todo el tiempo a un bebé, y se tiene buscar otras figuras de apego, guardería, abuelos, tíos, canguros... ¿deja entonces de haber vínculo entre la madre o el padre y el bebé? ¿deja eso de ser una crianza respetuosa y natural?

Lo que yo he podido ver hasta ahora es que no... que cada madre y padre responde a las demandas de su bebé en la me medida que su carácter, temperamento y circunstancias se lo permiten, y que más vale "presencia de calidad que de cantidad". Esto quiere decir que, si somos mamás de disponibilidad 100% pero nos sentimos cansadas, abrumadas, enfadadas... transmitimos estas sensaciones al bebé, que se siente confundido y va a reaccionar de la forma que menos nos apetezca o menos nos convenga.
Algunas mujeres tienen la maternidad muy asentada, sus necesidades económicas cubiertas y muchas ganas de estar con sus bebés todo el tiempo. Otras, lo hacen porque creen que es lo mejor, sacrificando unos años de su vida que marcarán sus rostros y sus cuerpos para siempre, y lo que es más importante, un pedacito de sus almas dejará de brillar, porque no habrán sido madres para sí mismas, porque se habrán abandonado durante ese tiempo.

A veces no podemos estar tooodo el día con nuestro bebé, pero si cuando lo hacemos es desde la entrega, la alegría y el amor, al 200%, nuestro pequeño va a empatizar con ello y va a ser feliz, no sentirá confusión y se sentirá amado en un entorno emocional seguro.
El comunicar en ambos casos lo que sentimos y lo que nos pasa, el explicárselo a nuestros hijos, por pequeños que sean, va ayudar mucho. Esto lo he comprobado con Nur muchas veces.

Ellos, que son grandes sabios y almas antiguas, no sólo son capaces de comprendernos, sino de apoyarnos y de colaborar con nosotras en su crianza, pues desde algún punto en el espacio-tiempo, ellos nos eligieron para acompañarles como madres y padres, ellos nos eligieron por nuestra forma de ser, por nuestra genética, por lo que les íbamos a transmitir y a enseñar.
Ellos nos eligieron para acompañarles en su camino, sobre todo en sus primeros años, y para ayudarles a expresar y manifestar sus dones y su dharma. Así que, lo hagamos como lo hagamos, hagámoslo con todo el amor del que seamos capaces, y no nos juzguemos, pues ellos nos han elegido por algo, ellos saben quiénes somos.

2 comentarios:

Noraya dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=gc9gehg8SUE

Anónimo dijo...

Hola Noraya, opino que todas las madres aman y buscan lo mejor para sus hijos, o al menos, me cuesta mucho entender lo contrario. Cuando la actitud de una madre acaba desembocando en situaciones que afectan negativamente a los niños cabe preguntarse muchos porqués. No dudo de que esos padres lo hagan de mil amores, porque confían firmemente en que es lo mejor, pero tal vez habría que mira qué ocurre detrás de todo esto.
Todas las elecciones personales van a influir en el núcleo familiar y todos los miembros andaremos oscilantes un tiempo hasta encontrar un equilibrio. Y como lo haga cada familia, siempre que se atienda y respete, es algo propio.
Mil besos Noraya

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